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martes, 20 de diciembre de 2011

PEQUEÑAS GRANDES CARTAS PARA ENCONTRAR LA LIBERTAD


Siendo adolescente creí tener la libertad para todo, sin que nada ni nadie se interpusiera y me dijera que hacer, de aquí para allá exploté esa sensación que confundí con ser libre y llegue a sobrevalorar lo que realmente significaba la libertad ¿No te pasa que siempre te sientes vigilado? Cuando siempre debemos vigilarnos a nosotros mismos, ver por lo que nos interesa y nos gusta. Debemos alcanzar la verdadera libertad porque hay diferentes tipos de libertad porque a veces creemos que cuando nos emancipamos del yugo de los padres alcanzamos la máxima cumbre de la libertad, cuando ese es realmente el primer paso para despojarnos a una vereda que se divide entre dos caminos: la libertad y el libertinaje, y depende de uno mismo escoger el camino adecuado.

Me refiero a escoger el camino para descubrir la libertad personal y espiritual, y ahora que por fin la he encontrado escribo esta carta, mientras voy en camino a la cima de la montaña más alta para sentir el aire más fresco y escuchar a las aves más libres que se han elevado hasta lo más alto para presumir su libertad, esa la libertad de hacer lo que más aman en la vida. Mi nombre es Olaf, tengo 17 años de edad y mi libertad empezó un día que irónicamente fue el peor y a la vez el mejor de mi vida y hoy se las escribo para que puedan encontrar la libertad por sus propios medios…

Todo empezó un día común, cuando me encontraba preocupado por mi aspecto, por como lucía y por el que dirán, y pensaba en como asumir una actitud para causar una buena impresión, para hacer sentir bien a los demás sin importar que yo no me sintiera bien al fingir algo que realmente no era, pero, ¿Por qué lo hacía? nunca me atreví a cuestionarlo hasta aquel día que salí apurado hacia la escuela y me encontraba corriendo, cuando un fuerte viento empezó a soplar en contra de mí ,como si quisiera impedir mi paso veloz, por un momento cerré los ojos y fue precisamente en ese instante que unas hojas de papel chocaron contra mi cara , enfadado la agarré con mi mano hasta que el viento ceso, después me relaje y empecé a caminar, por suerte ya había llegado al metro, pero la fila para comprar los boletos estaba larga, así que para matar el tiempo decidí revisar las hojas de papel que el viento me había regalado, note que tenía un texto escrito a mano y empecé a leer:

“La libertad es tan efímera que cada persona… tuve que interrumpir la lectura para comprar los boletos y cuando intrigado quise retomar la lectura de aquellos papeles, vi el reloj y volvió en mí la sensación de saber que iba retrasado y volví a apresurar el paso, pero a punto de abordar el vagón del metro una luz parpadeante hizo que fijara la mirada en un gran puesto ubicado en el andén, era un puesto espectacular, me llamó la atención por su publicidad muy colorida, las ansias de saber que vendían carcomía mi curiosidad y me acerque al puesto cuyo letrero anunciaba cumplir todos los deseos, lema que me motivó a preguntar en qué consistía el negocio.

En el puesto se encontraba un hombre muy elegante vestido con un traje negro que contrastaba con su piel totalmente blanca, su cara sin expresión se tornaba seria, parecía ser un robot calvo que portaba un sombrero de bombín en la cabeza y al oírle hablar sentí que su persuasión casi arrancaba de mí la voluntad y la decisión de negarme a aceptar su trato, incluso antes de saber en qué consistía. Después de un rato, en el que me quede callado por la sensación que tuve al tenerlo enfrente de mí , el señor muy elegante vestido de negro con sombrero de bombín se dispuso a proponerme un trato que consistía en comprar algo que nunca pensé que se pudiera comprar y en vender algo que nunca creí que se pudiera vender.

–Te compro tus ideas y tus sentimientos a cambio de lo tú quieras, lo que sea, lo que me pidas , si aceptas te daré lo que más has deseado en la vida si me das dos cosas insignificantes que en realidad no importan mucho en la vida, sin embargo el dinero y tener tu vida resuelta y prediseñada son tan vitales como el aire que respiras para vivir y ser feliz – me decía mientras su retórica me hipnotizaba y la idea de poder cumplir mi deseo más anhelado estaba a punto de cumplirse, me tentaban a vender dos cosas que pensaba yo no eran tan importantes.

“Total, las ideas y los sentimientos ni se ven ni se escuchan y por lo tanto no creo que me los puedan quitar, no obstante tengo mucho que ganar y poco que perder” pensé y de inmediato cerré el trato con el hombre vestido de negro firmando una pila de hojas que sólo me ocupe a mirar de reojo. Eso sí, noté que cada una de las hojas eran la sinopsis de cada una de las ideas y emociones que habían surgido a lo largo de mi vida, pero no me importó y ya vendidas mis vivencias exigí mi pago.

– ¿Qué es lo que más deseas en este mundo? ¿Quieres mucho dinero? ¿Muchas mujeres? ¿Absoluto poder?

Olaf se quedó pensando en la posibilidad de pedir libertad y de lo que esto implicaría en corto plazo. Imaginó que dejaría de vivir con sus padres y así poder habitar en cualquier lado para hacer todo lo que quisiera; supuso también que “la libertad” lo tendría viajando constantemente y podría manejar a las personas a su antojo, según sus “decisiones”. –Quiero libertad, quiero ser libre – gritó Olaf emocionado.

– ¿Qué? No puedes pedir eso, la libertad no sirve para nada, sólo te tiene tomando decisiones tontas y pensando en el futuro, te da preocupaciones y tú no quieres eso, tú quieres tener todo en la vida resuelto y así es más fácil, ¿Por qué no mejor te doy un millón de dólares?

– ¡No! no quiero un millón de dólares, quiero libertad y eso es lo que más deseo en este mundo, así que un trato es un trato.

El hombre vestido de negro se quedó analizando la situación y en su mente obscura empezó a tramar algo que sin duda era siniestro, no entendía por qué su poder de persuasión no había podido manipular a Olaf del todo y cómo éste después de haber cerrado el trato se atrevió a pedir una cosa poco común –Está bien, está bien, pero recuerda que la libertad es tan abstracta que cada persona…

Olaf no terminó de escuchar lo que el hombre vestido de negro le decía cuando de repente se vio envuelto en una nube de humo negra que lo arrastró hasta lo más profundo de la tierra , y entre la oscuridad se desvaneció.

Todo se tornó oscuro y enseguida se abrió una puerta , Olaf empezó a ver calles oscuras que sólo se iluminaban con el resplandor de la luna llena y gracias a esta luz se da cuenta de que de la nada apareció en su muñeca una cadena en forma de pulsera que tiene un símbolo con la figura de una pájaro encerrado en una jaula; pero Olaf ya no parece ser el mismo de siempre, éste Olaf sólo se limita a caminar y caminar por horas , minuto tras minuto, sin embargo no parece percibirlo, tiene una idea abstracta y primitiva de lo que le está pasando, pero no logra razonarla por completo, sigue caminando entre edificios grandes y grises , camina por diferentes calles pero todos los edificios son iguales , no varían , no cambian de color ni de forma. Por muchos años, Olaf camina en ese laberinto una y otra vez.

Olaf vuelve a dar la vuelta hacia la derecha en la calle 3425 esquina con 3427 y llega a una explanada llena de hombres muy elegantes vestidos con traje negro y sombrero de bombín que hablan al mismo tiempo, todos gritan, nadie sede la palabra, todos deciden y establecen. En esta explanada se está llevando a cabo una especie de subasta, Olaf camina hacia las personas vestidas de negro y observa como ponen a una señora en un aparador y todos ellos deciden como debe vestirse, qué tiene que comer, con quién casarse, cuántos hijos procrear y hasta que tipo de mascota debe tener.

Sin orden o justificación alguna Olaf termina siendo el próximo elegido para ocupar el aparador, Olaf trató de oponerse pero no pudo negarse, intentó hablar pero su voz no emitió ninguna palabra de negación o algún grito que lo ayudara a liberarse del miedo intenso que empezó a sentir, tal como si fuera un títere es colocado en el aparador, pero una vez puesto a la vista de los hombres vestidos de negro con sombrero de bombín, todos ellos se quedaron callados de repente, lo cual resultó extraño después de que no paraban de hablar.

Nadie decía nada, todos veían fijamente a los ojos de Olaf y él no podía evitar ver sus ojos oscuros e hipnotizantes, pero de tanto color negro que veía hubo algo diferente que lo deshipnotizó, era algo que percibía de otro color , todavía no lograba distinguir bien cual era , pero sabía que era un punto de color diferente a todo lo oscuro que abundaba en el ambiente, así que se aferró a enfocar la mirada en ese punto para descubrir qué era lo que se estaba acercando, sin embargo también notó que todos los hombres vestidos de negro portaban gafetes pero no con sus nombres si no con números.

De entre la multitud de hombres vestidos de negro caminaba un jovencito que vestía una playera color verde, algo sucia, cuya manga izquierda estaba rota y tenía varios agujeros, la rotura más grande dejaba ver su ombligo, su pantalón también era color verde y calzaba unos tenis rotos que a la hora de caminar dejaba ver cuatro de sus cinco dedos, en el tenis izquierdo sólo se lograba esconder su dedo meñique y en el tenis derecho se resguardaba solamente su dedo pulgar.

Lo que más caracterizaba a nuestro joven personaje era su gorro de color verde con franjas cafés y una paloma blanca que era su mascota, la cual parecía acompañarlo siempre colocándose en su cabeza, y la razón por la que se encontraba en la explanada era para juntar artefactos viejos que los hombres vestidos de negro solían desechar después de decidir el destino de las personas en los aparadores.Parecía que los hombres vestidos de negro no lo podían ver, por qué pasaba desapercibido cuando caminaba entre ellos, mientras tanto los hombres vestidos de negro seguían viendo a Olaf y el a la vez intuyó que era el único que podía ver al jovencito vestido de verde cuando de repente se escuchó:

– ¡Que muera! – ¡Sí, que muera!

El jovenzuelo vestido de verde fue el que más se sorprendió con la decisión de los hombres vestidos de negro, por su parte Olaf no pudo emitir voz y voto por alguna extraña razón, sentía no tener ganas de defenderse y hasta sintió terror porque empezó a tener resignación ante su pena de muerte.

– ¡Debe morir! Empezaron a gritar los hombres vestidos de negro abucheando a Olaf, enseguida lo amarraron y lo encerraron en el aparador. Por un momento el jovencito vestido de verde miró con detenimiento a Olaf.

¿Qué es lo que tiene ese chico para que no lo quieran enajenar? ¿Acaso no tiene remedio? O ¿tal vez los hombres vestidos de negro ven en él un peligro tan grande como para cortar el problema que les ocasiona definitivamente de raíz? , eso fue lo que inmediatamente pensó el jovencito con ropas verdes y corrió hacia Olaf con la idea de que él pudiera ser el único que le ayude a escapar de la cuidad gris y poder vencer a los hombres vestidos de negro con sombrero de bombín.

De repente se escuchó el ruido del vidrio del aparador al romperse, en ese momento todos los hombres vestidos de negro pudieron percatarse de que el muchacho vestido de verde ayudaba a Olaf a escapar, rápidamente lo tomó de la mano y trató de huir pensando que todavía era invisible para los hombres oscuros, hasta que el hombre vestido de negro más grande empezó a hablarle:

–No lo ayudes, ¿Qué quieres a cambio? , pide lo que quieras, ésta será tu ultima oportunidad y te pediré a cambio que me entregues esa paloma , es sólo una ave que al igual que tu no tiene sentimientos, así que no la vas a extrañar – le decía mientras trataba de mirarlo a los ojos , pero que el jovencito de tenis rotos lo evitaba. – ¡No! no volveré a vender nada a cambio de nada.

Enseguida el jovencito vestido de verde aventó una rama de laurel hacia los hombres vestidos de negro y la paloma voló para recogerla con el pico, la mayoría de los hombres oscuros empezaron a huir por temor, ya que sabían que cuando la paloma tocaba el laurel con su pico dorado emergía un gran umbral de luz blanca, la cual es nociva para ellos. Olaf y el jovencito aprovecharon para huir de ahí apresuradamente.

Después de tanto caminar, llegaron a un basurero, Olaf trataba de reconocer lo que anteriormente habían sido todos esos cachivaches mientras atravesaban el depósito de basura –Éste es mi hogar, no es el más elegante pero es el más vivo, mira… y el jovencito de tenis rotos señaló un gran árbol plantado exactamente a la mitad del basurero, de modo que desde fuera no podía ser visto por los hombres oscuros.

– ¿Y tú aún tienes nombre? ¿Cómo llegaste aquí? ¿Qué deseo pediste?... Empezó a hacerle muchas preguntas a Olaf, pero no podía contestar y sólo señalaba hacia su boca cerrada para indicarle al jovencito de gorro verde con franjas que no podía hablar.

– ¡Ah! Ya has perdido la voz, pero ¿todavía recuerdas tu nombre verdad? – Olaf asintió con la cabeza.

– ¿Y cómo te llamas? Pancho, Juan, Arquímedes, Rómulo, Remo, Miguel, José, Olaf? –Al escuchar su nombre volvió a afirmar con la cabeza.

– ¡Con que te llamas Olaf!, ¡vaya! qué raro nombre, poco común, ¡Uf! Qué bueno que no andas tan perdido. Yo he olvidado mi nombre y con él casi todos los recuerdos de mi personalidad, porque primero pierdes tu voluntad al llegar a la ciudad gris, luego pierdes tu voz y con ella tu opinión, después vas perdiendo tus gustos y tu personalidad, enseguida se degrada tu individualidad lo que provoca que pierdas tus ganas de vivir porque ya no hay ideas que alimenten nuestras ambiciones y sueños.

Olaf quiso preguntar con ademanes qué eran exactamente esos hombres vestidos de negro, el jovencito vestido de verde lo entendía casi perfectamente sin necesidad de que Olaf hablara, así que le empezó a contar la historia de los hombres elegantes vestidos con traje negro y sombrero de bombín.

Olaf escucho atento aquella historia que relata que los hombres vestidos de negro son seres que se han denigrado hasta mas no poder personal y espiritualmente, porque han vendido su libertad varias veces, despojándose de todo lo que los hacía humanos, que lo único que les queda es un odio hacia sí mismos, el cual reprimen y no pueden liberar, haciendo que su alma se torne negra y se refleje en su cuerpo como un traje negro y elegante, también son seres que al igual que todos los que llegan aquí pierden su nombre, sólo que cuando se convierten en perdonajes oscuros ya reciben un numero para que se vuelvan esclavos de la oscuridad y comiencen a trabajar, su labor consiste en comprar las ideas y sentimientos de las personas para volverlas inútiles e inseguras ,para lograr con esto tener a las personas encerradas y con miedo en sus casa para que ellos puedan controlar el exterior, deteriorar el ambiente y extender su ciudad gris. Por eso desde el momento en que compran las ideas y sentimientos de los demás les compran la llave de todo lo fundamental de su existencia y felicidad, es decir, les compran su libertad, porque sin ideas y sin sentimientos no podrían definirla en sus propios y distintos contextos, ya que “la libertad es tan abstracta que cada quien la siente de diferente manera.”

Olaf al oír esa frase sintió algo, un pequeño estimulo que le dictaba que antes ya había oído esa frase, pero no recordaba dónde, así que trató de comunicarle esto al jovencito vestido de verde con ademanes, sin embargo él no logra comprenderlo, así que cambia el tema y se propone adivinar qué fue lo que pidió Olaf a cambio de sus ideas y sentimientos.

– ¿Qué pediste a cambio de tus ideas y sentimientos? ¿Un millón de dólares, absoluto poder, muchas mujeres, libertad? –Olaf vuelve a afirmar con la cabeza.

– ¿Libertad? –pregunto sorprendido– y entonces empezó a conjeturar que tal vez fue por eso que cuando llego al aparador los hombres negros quisieron matarlo, porque todavía Olaf posee algo de esperanza dentro de sí mismo.

– Pediste a cambio algo que sin saber que estabas vendiendo al mismo tiempo y como todavía tienes esa esperanza de ser libre eres un peligro para ellos; aun eres difícil de enajenar y manipular. En ese instante la paloma se volvió a posar en la cabeza del jovencito vestido de verde.

–Ella se llama Eleftheria y es mi mejor amiga, además es una paloma muy especial porque guarda en su pico dorado una luz muy brillante que aleja a todos los hombres oscuros, pero esto solo pasa cuando ella toca con su pico las ramas de laurel , le explicaba mientras buscaba en su morral una rama de laurel para enseñársela, pero al no encontrarla su cara empezó a expresar enojo y preocupación al mismo tiempo como si se empezara a sentir temeroso e inseguro.

–Debí haber utilizado la última rama de laurel para huir de los hombres vestidos de negro, tendré que regresar a ese lugar para recuperarla ya que si no la recupero podríamos correr el riesgo de ser capturados y enajenados.

El jovencito vestido de verde antes de partir le pide a Olaf que se quede a cuidar sus tres más grandes tesoros: el gran árbol, un reloj de cuerda muy viejo y una pluma para escribir de tinta azul, se los entrega en la mano y se despiden; después de un rato de estar observando el reloj y el caminar de sus manecillas Olaf comienza a sentirse perdido, y con la necesidad de aprovechar ese tiempo se empieza a sentir angustiado e inútil. Así fue como Olaf recuperó la noción del tiempo, preocupado por hacer algo con su tiempo se fue a sentar debajo del gran árbol , pero antes de sentarse se le cae la carta que tenía en el bolsillo de su pantalón; él muy curioso la recogió y se sentó para leerla:

La libertad es tan abstracta que cada persona la siente y ve de diferente manera.” Yo siempre creí que la libertad era un sentimiento grupal , que sino hubiera varias personas con quien identificarla no podría existir como tal , pero si sigues los ideales de los demás y no los tuyos tiendes a perderte y por eso me encuentro aquí escribiendo esta carta, ya que me he dado cuenta, aunque tarde, que para ser libres hay que querernos a nosotros mismos , tal y como somos en realidad , ya que si nosotros nos amamos , logramos amar a los demás y aprendemos a valorar la vida. Me llamo Matia y la tercera vez que me vendí, intercambie mi orgullo y mi noción del tiempo por fama para sentirme menos olvidado, pero esa fama fue efímera y pronto me vi vagando de nuevo solo y triste por la calles sin que nadie me notara.

Eso era porque me había denigrado casi por completo , mis valores habían sido sobreexplotados tanto que los hombres vestidos de negro me empezaron a ignorarme porque ya no podían obtener nada de mí, me encontraba vacío y seco después de haber perdido hasta mi nombre , y cuando estaba a punto de perder las ganas de vivir, llegé a un basurero y empecé a buscar cosas materiales para sentirme bien, hasta que encontré tres objetos : un reloj , una pluma y una pequeña semilla verde que enterré debajo de la tierra y con las lágrimas que lloraba por el dolor de sentirme vacío le proporcionaba agua, la cual nunca le faltó, ya que todos los días lloraba mientras veía caminar las manecillas del reloj.

Sentía que el tiempo transcurría pero que yo siempre me quedaba estancado y así pasaron varios años hasta que empezó a crecer un árbol grande, con tronco grueso y hojas de un color verde intenso que me empezó a gustar mucho, creo que siempre que veía el árbol me recordaba la sensación de sentirme vivo, pero cuando dejaba de verlo por un largo rato llegaba a olvidar lo que me hacía sentir el árbol; así que busque ropa del color del árbol , me hice una playera y un pantalón de color verde para que al verme recordara constantemente la vida, ya que ella me recordaba la libertad, y ésta me inspiraba a tener ideas. Cuando ya no pude más, tuve la necesidad de plasmar mis ideas para que trascendieran y nunca las pudiera olvidar, por lo que tome la pluma y empecé a escribir en las hojas del árbol mis anécdotas y vivencias, de ahí resulto la idea de hacer esta carta.

.Actualmente vivo consiente que si un hombre no conoce su pasado, está condenado a repetirlo, y de cierta manera no es libre porque va repitiendo y repitiendo sus errores, es por eso que yo escribo para nunca olvidar mis errores y no volverlos a cometer ,por eso quiero proponer la siguiente clausula:

“Aquel que llegue a leer mis palabras en esta carta será libre de tomar lo que quiera de las experiencias que yo les cuento aquí a cambio de continuar la carta escribiendo tu propia historia para que al final las cartas juntas vuelen libres con el viento y lleguen a otras persona para que al igual que tú, puedan leerlas y usarlas para encontrar su propia libertad.”

Cuando Olaf terminó de leer empezó a sentir un bombardeo de ideas que no quiso que se le escaparan y por reacción inmediata se apresuró a cortar hojas del gran árbol y se puso a escribir. Aquellas primeras notas formaron parte de su carta, la cual, según la cláusula contará la experiencia de cómo es que encontró su libertad ,y así fue como Olaf recuperó sus ideas y pensamientos , volvió a surgir en él la imaginación y con esto la virtud de criar y crear ideas que le otorgaron la libertad de tomar sus propias decisiones.

Sentí una necesidad de seguir capturando las ideas en papel tanto que me mantuvieron escribiendo durante varias horas, hasta que escuché unas alarmas que me lastimaban los oídos por el ruido intenso que emitían, así que tape mis oídos con mis manos para disminuir el sonido en mi cabeza, de pronto vi correr a lo lejos al muchacho vestido de verde tan preocupado que no esperé a que llegará hasta donde yo me encontraba y corrí para hacer el encuentro más rápido.

–Corre Olaf! Sálvate, los hombres vestidos de negro vienen para acá, no sé cómo te encontraron, pero huye pronto.

Yo no le contesté, me quedé parado observándolo de pies a cabeza hasta que me preguntó lo que me pasaba, sólo le dije: – ¡Matia! ¿Tú nombre es Matia verdad?

El jovencito vestido de verde sonrió, mejor dicho, Matia sonrió, cosa que no se le había visto hacer desde el momento en que lo conocí –es cierto, yo me llamo Matia –Decía mientras brincaba. Matia empezó a recuperar todas sus memorias, de la emoción me tomó de las manos y me hizo brincar a su ritmo y así fue como notó la cadena que traía como pulsera con el símbolo de un pájaro encerrado en una jaula, la miró extrañado y dejó de reír.

–Es por esta pulsera que te han localizado, es cierto, los hombres negros no tardan en llegar, dame tu pulsera rápido.

– ¿Para qué la quieres?

– tu dámela

Intenté zafármela pero no pude, hasta que Matia le chifló a Eleftheria para que con su pico rompiera la cadena y así fue, el poder de su pico pudo romperla.

Matia se la puso en la mano –gracias amigo mío por recuperar mi nombre, corre mientras yo despisto a los hombres vestidos de negro.

Con lágrimas en los ojos intenté detenerlo sujetándolo de la única manga de su playera, pero me empezó a regañar –si no lo hago no obtendremos nada, ambos hemos ganado ya una gran amistad pero es momento de que intentes obtener tu independencia, no te preocupes yo estaré bien mientras sepa quién soy yo.

Me aferré y no lo solté, le di un fuerte abrazo diciéndole que solamente lograría alcanzar la libertad enfrentando mis problemas, así que me quedé con él; Matia me dio la rama de laurel que recupero y le indico a Eleftheria que se posara sobre mi cabeza, Matia y yo dimos la media vuelta y esperamos la llegada de los hombres vestidos de negro. Ahí parado a lado de Matia empecé a sentir una sensación extraña en el corazón y eso era porque ya había recuperado mis sentimientos, precisamente porque la amistad había inundado mi alma.

Millones de hombres vestidos de negro se acercaban a gran velocidad, sólo parpadié por un momento cuando nos vimos rodeados de ellos. Matia les grito: –Me llamo Matia tengo 20 años de edad y ustedes no me mandan porque estoy seguro de que ustedes no existen. Yo dije lo mismo que él y después arrojé la rama de laurel para que Eleftheria la atrapara con su pico, en ese instante en el contacto del pico dorado con el laurel que abrió el umbral de luz blanca que nos cubrió a mí y a Matia; la luz era tan intensa que los hombres negros quisieron huir pero se desvanecieron, a la vez que Matia y yo desaparecimos.

El sol empezó a salir de entre las montañas y sentí el calor me empezó a quemar la cara, abrí los ojos y me vi acostado en el pasto de un campo extenso, enseguida me pare de sobresalto al recordar lo que había vivido, no sé por qué me sentía más seguro de haberlo vivido que de haberlo soñado.

– ¡Matia! ¡Matia! ¿Dónde estás? –Grité con la esperanza de encontrarlo. Recorrí los grandes pastizales y no conseguí nada, resignado y agotado me senté en una piedra y revisé el bolsillo de mi pantalón y ahí estaba la carta que Matia había escrito, decidí terminarla escribiendo mi experiencia, más por el deseo de compartirla que por cumplir lo que la cláusula estipulaba. Así que continué escribiendo mientras me dirigía a la cima de la montaña más grande.

Gracias a esta experiencia empecé a valorar muchas cosas como la amistad, las ideas y más que nada, la libertad y el tiempo ya que éstos son básico para saber si retrocedemos o progresamos en la vida. Cuando retrocedemos y nos estancamos es porque nos esclavizamos con ideas conformistas y, cuando progresamos es por que poseemos la libertad que nos hace atrevernos a hacer las cosas y nos da en nosotros seguridad de poder continuar y vencer cualquier obstáculo…

Alrededor de 10 cuartillas escribí cuando me di cuenta de que ya había llegado a la cima de la montaña, respire profundo y escribí la última línea “La vida nos arroja al mundo con libertad , después de todo era cierto que estamos condenados a ser libres, sólo que nuestros miedos e inseguridades que van naciendo con el transcurso de la vida nos hacen pensar que estamos atrapados en el gran enigma que representa lo abstracto del pensamiento humano, y para no sentirnos perdidos nos inventamos el tiempo y el espacio, los cuales están ahí para medir la libertad que adquirimos o perdemos, hasta que llegamos a alcanzar la independencia ,es decir, logramos vencer nuestros miedos y llegamos a conocernos a nosotros mismos, es así que logramos ser felices y libres para siempre”.

Olaf unió las dos cartas y las dejó ir con el viento más fuerte, iniciando así otro ciclo de aprendizaje dialectico, ya que mientras ese ciclo no se rompa nunca olvidaremos el verdadero significado de la libertad.

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CUENTO 2 >>

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