CUENTOS QUE NO TIENE CABIDA
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EL MIL HERIDAS
“Si hubiera un concurso en donde buscaran a las personas con más cicatrices en el cuerpo, de seguro yo lo ganaría”, eso pensó Pedro, o por lo menos eso expresaban sus ojos cristalizados por las lágrimas al momento de tener enfrente suyo la puerta del metro, sonó el timbre y se abrieron las puertas, enseguida ascendió, volteó a ver a la gente, se sintió inseguro ,pero fue más fuerte su odio al ver a la gente con su ropa decente y despreocupada de la vida lo que le dio valor a su complejo de inferioridad para hacer su acto rutinario número cuarenta y cinco en la línea azul del metro , entre Xola y Villa de Cortes trago saliva y dijo:
– Buenas tardes damas y caballeros, vengo aquí a pedirles una moneda, lo que usted guste regalarme, no crea que esto lo hago por querer, sino por necesidad, ya que somos chicos desafortunados que vivimos en la calle y hacemos esto para sobrevivir –
Todavía no acaba de decir su discurso y ya estaba en el suelo enterrándose vidrios de botellas, exhibiendo su dolor y las cicatrices que durante cinco años en su cuerpo se fueron marcando por cada flagelación que se hace con las botellas rotas. Su espalda era la más marcada, era su aliada compañera de trabajo y la víctima del peso que la miseria le hace cargar, el remordimiento y la rabia invaden a Pedro cuando sólo recibe un peso con cincuenta centavos por vagón, también su espalda expresa ardor y dolor hasta más no poder, y es cuando Pedro decide tener un poco de honra y dejar el trabajo por ese día. Pero la idea de desear que ojala existiera un concurso para gratificar con dinero a la persona más cicatrizada del mundo seguía en su cabeza.
Esa noche debajo del puente de fierro, los amigos de Pedro: “el Tunas”, “el mojarras” y “el bola” le platicaron a “El mil heridas” (que era el mote que poseía Pedro) como les había ido ese día. “El mojarras” se sobaba la espalda mientras contaba su día en la línea 1 del metro cargando una pesada bocina para que se escucharan los discos piratas de reggaetón que vendía; el bola por su complexión robusta ayuda todos los días a cargar fruta a un señor en “La Meche” y su espalda siempre termina adolorida al finalizar el día; y “el tunas” vendía chicles y cigarros afuera del metro Pino Suárez porque él era jorobado y muy enano para poder cargar cosas pesadas en su espalda, sin embargo esa noche “el mil heridas” no quiso platicar sobre su día, se le volvieron a cristalizar los ojos y empezó a llorar , al principio sus amigos creyeron que había soltado el llanto por el dolor que le provocaban las heridas en su espalda, pero después se calmó un poco y contó una breve pero trágica historia.
Era la historia de Pedro quien un día caminando por la calle encuentra un cartel de un concurso para obtener el récord Guiness de la persona con más cicatrices en el cuerpo, por supuesto él lo ganaría al instante, ya había quedado como finalista, pero fue derrotado por la persona más herida del mundo, y nos referimos a una señora sin brazos ni piernas quien había sufrido un accidente mortal en la carretera federal a Puebla, venía de trabajar y cargaba su puesto en la espalda, las lonas y las cosas usadas que ofrecía cada miércoles en el tianguis de El Salado. Ese día su espalda no pudo con el peso y cayo a la carretera; por desgracia un tráiler iba pasando y la arrolló, sobrevivió al accidente pero perdió sus brazos y piernas, ella era la persona con más cicatrices en el concurso, Pedro la vio por mucho tiempo y entendió que él no podía ganar porque esas cicatrices en su espalda no fueron resultado de arduo trabajo si no de flagelación tonta que evidenciaban su complejo de inferioridad , que absurdo se sentía y a la vez inútil porque su espalda es fuerte para trabajar por algo mejor en la vida, y no para provocar lastima y mendigar unos cuantos centavos.
Si existiera un concurso donde ganara la persona más estúpida y la más herida sentimentalmente de seguro lo ganaría, se dijo Pedro a sí mismo.
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HERNÁNDEZ LUZ RAÚL JONATHAN
CUENTO 2011
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